Los artistas de Qhapaq Ñan

¿Y SI EL KHIPU FUERA UN MAPA?

El mapa es una representación que nos permite interpretar el territorio y actuar en él. Es una herramienta convencional en la cultura occidental, que funciona con formas y códigos establecidos. Ello permite que hasta el día de hoy el reconocimiento de América los hagamos gracias a la invención de un cartógrafo italiano.

De la misma manera sabemos que el mapa no es el territorio, solo una abstracción de él. Por lo que al modificar esas formas y códigos, las abstracciones resultantes serán reconocidas de otras maneras. Y con esos otros mapas de un mismo territorio, los recorridos serán diversos, las distancias relativizadas, sus trayectos afectados y las imágenes que tengamos de él totalmente distintas. Basta con invertir los puntos cardinales y tendremos que Nuestro norte es el Sur, como nos propuso el artista uruguayo Joaquín Torres García en 1943.

Pensando en ello es que la presencia de seis artistas contemporáneos en la muestra “Qhapaq Ñan: El Gran Camino de Los Andes”, propone a los visitantes recorridos alternativos al contenido regulado por el conocimiento científico, técnico y social del mundo andino, a partir de representaciones, interpretaciones y activaciones.

Recordemos que era tan importante la red del Qhapaq Ñan que algunos autores coinciden en que para los Incas el control descentralizado era una estrategia de dominio a través del tributo al trabajo. Por lo que no fueron constructores de ciudades en el sentido occidental de concentración de oportunidades, intercambio y protección, pues todo el sistema estaba integrado en la red.

La presencia de obras de los artistas Graciela Cutuli (Argentina), Joaquín Sánchez (Bolivia), Estefanía Peñafiel Loaiza (Ecuador), Gabriel Vanegas (Colombia), Mariano León (Perú) y Cecilia Vicuña (Chile) permiten representar las formas posibles de este caminar por las claves que interpretan y eventualmente activan el Qhapaq Ñan.

Si hay algo que nos guía en este Camino propuesto por la intervención de trabajos artísticos en medio de contenidos disciplinares e institucionalizados, es la certeza de que no podremos transitarlo como los antiguos habitantes andinos, porque los artistas están lejos de tematizar el patrimonio como una imagen vacía.

Pero sí podremos valorarlo como un patrimonio que se revela en su sentido más profundo. Un patrimonio que se reconoce creativo y no reproductivo, porque es un fenómeno relacional. Un patrimonio que se instala desde un disenso y no un consenso, porque el conflicto es el primer recurso afectivo de la memoria. Un patrimonio intergeneracional que es incierto, porque se construye desde imágenes inestables de un futuro por venir.

Es gracias a la presencia de artistas contemporáneos que la activación de lo que experimentamos en esta exposición nos debería movilizar a la pregunta ¿Qué hacer con el Qhapaq Ñan? Donde la respuesta no es sólo técnica y política, como si solo sea administrar la inevitable obsolescencia de un momento histórico reconocible en sus componentes materiales. Los artistas dan cuenta de él como un fenómeno complejo, de integración natural y cultural, en que los hombres y mujeres que lo habitan son parte de él, porque fueron de ahí, y porque queremos que sigan siéndolo.

Si el khipu, ese sistema de cuerdas anudadas utilizada por los antiguos pueblos andinos, fuera un mapa, posiblemente representaría el diagrama de esa responsabilidad compartida para que nuestras futuras generaciones puedan comenzar a imaginar como caminar juntos por el Qhapaq Ñan.

José de Nordenflycht
Curador de la sección de arte contemporáneo de la muestra “Qhapaq Ñan, El gran camino de los Andes”

Scopri gli Artisti della Mostra

¿Y SI EL KHIPU FUERA UN MAPA?

El mapa es una representación que nos permite interpretar el territorio y actuar en él. Es una herramienta convencional en la cultura occidental, que funciona con formas y códigos establecidos. Ello permite que hasta el día de hoy el reconocimiento de América los hagamos gracias a la invención de un cartógrafo italiano.

De la misma manera sabemos que el mapa no es el territorio, solo una abstracción de él. Por lo que al modificar esas formas y códigos, las abstracciones resultantes serán reconocidas de otras maneras. Y con esos otros mapas de un mismo territorio, los recorridos serán diversos, las distancias relativizadas, sus trayectos afectados y las imágenes que tengamos de él totalmente distintas. Basta con invertir los puntos cardinales y tendremos que Nuestro norte es el Sur, como nos propuso el artista uruguayo Joaquín Torres García en 1943.

Pensando en ello es que la presencia de seis artistas contemporáneos en la muestra “Qhapaq Ñan: El Gran Camino de Los Andes”, propone a los visitantes recorridos alternativos al contenido regulado por el conocimiento científico, técnico y social del mundo andino, a partir de representaciones, interpretaciones y activaciones.

Recordemos que era tan importante la red del Qhapaq Ñan que algunos autores coinciden en que para los Incas el control descentralizado era una estrategia de dominio a través del tributo al trabajo. Por lo que no fueron constructores de ciudades en el sentido occidental de concentración de oportunidades, intercambio y protección, pues todo el sistema estaba integrado en la red.

La presencia de obras de los artistas Graciela Cutuli (Argentina), Joaquín Sánchez (Bolivia), Estefanía Peñafiel Loaiza (Ecuador), Gabriel Vanegas (Colombia), Mariano León (Perú) y Cecilia Vicuña (Chile) permiten representar las formas posibles de este caminar por las claves que interpretan y eventualmente activan el Qhapaq Ñan.

Si hay algo que nos guía en este Camino propuesto por la intervención de trabajos artísticos en medio de contenidos disciplinares e institucionalizados, es la certeza de que no podremos transitarlo como los antiguos habitantes andinos, porque los artistas están lejos de tematizar el patrimonio como una imagen vacía.

Pero sí podremos valorarlo como un patrimonio que se revela en su sentido más profundo. Un patrimonio que se reconoce creativo y no reproductivo, porque es un fenómeno relacional. Un patrimonio que se instala desde un disenso y no un consenso, porque el conflicto es el primer recurso afectivo de la memoria. Un patrimonio intergeneracional que es incierto, porque se construye desde imágenes inestables de un futuro por venir.

Es gracias a la presencia de artistas contemporáneos que la activación de lo que experimentamos en esta exposición nos debería movilizar a la pregunta ¿Qué hacer con el Qhapaq Ñan? Donde la respuesta no es sólo técnica y política, como si solo sea administrar la inevitable obsolescencia de un momento histórico reconocible en sus componentes materiales. Los artistas dan cuenta de él como un fenómeno complejo, de integración natural y cultural, en que los hombres y mujeres que lo habitan son parte de él, porque fueron de ahí, y porque queremos que sigan siéndolo.

Si el khipu, ese sistema de cuerdas anudadas utilizada por los antiguos pueblos andinos, fuera un mapa, posiblemente representaría el diagrama de esa responsabilidad compartida para que nuestras futuras generaciones puedan comenzar a imaginar como caminar juntos por el Qhapaq Ñan.

José de Nordenflycht
Curador de la sección de arte contemporáneo de la muestra “Qhapaq Ñan, El gran camino de los Andes”